la verba salvaje

de Otto Wald

son otros los locos

La soledad de Juan Calvi

Juan Calvi ya no recuerda que es Juan Calvi. Recuerda que su existencia no siempre transcurrió de esta manera. Sabe que existe una normalidad que alguna vez fue la suya. Sabe que hoy (“¿qué es hoy?”, se pregunta Juan Calvi) él no es normal.

No sabe cuándo, no sabe cómo, ni sabe por qué. Pero desde hace tiempo, no sabe cuánto, Juan Calvi habita un cuerpo diferente cada día.

Se levanta por la mañana, reconoce el escenario e intenta entender la vida que le tocará vivir. Por la noche, al irse a dormir se despide del personaje. Porque Juan Calvi sabe que al despertar siguiente estará en otro lugar y habitará otro cuerpo.

El concepto de tiempo se volvió intrascendente para Juan Calvi. Y la memoria bastante escurridiza. La vorágine de vidas vividas se le hace remolino en el recuerdo. Le gustaría poder tomar nota de las cosas que le han ido pasando, de las vidas que ha ido viviendo. Pero las notas mentales son las únicas que tiene permitidas y la mente de Juan Calvi no está para tareas sutiles.

Le gustaría tener algunas estadísticas sobre lo que le va pasando. Cuántos hombres y cuántas mujeres ha habitado, edades, gustos, trabajos realizados. Juan Calvi es un ente meticuloso. Le gustaría que escriban su biografía. Aunque se pregunta qué es una biografía de una vida como la suya. ¿Es una vida su vida?, filosofa Juan Calvi.

Se pregunta qué le pasa a los habitantes habituales de los cuerpos que él ocupa por un día. ¿Se toman un descanso? ¿Se mudan a otro cuerpo? ¿Empiezan a ser cómo Juan Calvi? Se siente un invasor, un inquilino indeseado de cuerpos ajenos. ¿Pero los desalojados qué sienten? ¿Sienten la soledad de Juan Calvi?

Si bien aún no ha viajado al pasado ni al futuro lejanos es conciente que linealidad del tiempo se ha borrado. No recuerda haber habitado el mismo cuerpo en momentos diferentes de su vida (la vida del cuerpo) pero si sabe que ha ocupado jóvenes, viejos y niños; mujeres, hombres, gays y lesbianas. Nunca un animal, nunca un objeto. Católicos, judíos, musulmanes y ateos.

Juan Calvi se pregunta si existe Dios. Y si su Dios es el mismo Dios que el Dios de la gente normal, de la gente que transcurre su existencia siempre en el mismo cuerpo. O al menos un tiempo en el mismo cuerpo. Un tiempo más largo que un día. ¿Qué es el tiempo?, es una pregunta recurrente que se hace Juan Calvi.

Juan Calvi, sin saberse Juan Calvi, se pregunta si hay otros con su condición. Se pregunta si no serán todos de su condición y él sea el único que ha tomado conciencia de ello. O que siendo todos concientes nadie se atreva a decírlo porque lo tomarían por loco. La vez que intento “charlarlo” casi deja al cuerpo que ocupaba internado en un psiquiátrico.

Se pregunta que pasaría si se suicidara, aún no tuvo el valor de hacerlo pero si las ganas. ¿Moriría él o el cuerpo que habita? Le da mucha pena matar a un inocente, salvo a la vieja hija de puta que habitó hace cuatro cuerpos, al petiso malo, al maltratador, a esa mina bicho, y algunos otros. En realidad a Juan Calvi le falta valor para suicidarse o le sobra curiosidad sobre lo que vendrá.

Se pregunta si alguna vez le tocará habitar a algún gran hombre, alguién que haya cambiado o esté cambiando la historia de la humanidad. Se pregunta qué es la humanidad, qué es la historia. Sabe que los cuerpos que habita se preguntan sobre el sentido de la vida. Juan Calvi se pregunta sobre el sinsentido de su existencia.

Al principio, cuando empezó a habitar un cuerpo tras otro, Juan Calvi no entendía nada. Luego le pareció una bendición. Poder vivir un poco de muchas vidas. Ahora lo siente como una maldición. Le gustaría tener una vida suya y solo suya.

Ya ha adquirido bastante destreza para saber dónde está, qué cuerpo está habitando, a qué se dedica, qué tiene que hacer. Si bien el toma el comando de esa vida por ese día, hay patrones establecidos en el cuerpo que habita que va descubriendo y obligatoriamente debe respetar. En realidad no es que deba respetarlos sino que no puede transgredirlos, por más fuerza que le ponga. Eso también lo salva del suicidio.

A Juan Calvi le gustaría saber por qué le ocurre esto. Le gustaría saber pero solo puede transcurrir. “Igual que la gente normal”, se consuela el pobre Juan.