la verba salvaje

de Otto Wald

son otros los locos

McDonalds

En Corrientes y 9 de Julio está la embajada del infierno en Buenos Aires. Un espacio diseñado con maldad calculada. Preparado para someter mentes, cuerpos y espíritus.

Todos los locales de McDonalds son iguales, pero este es especialmente maligno. Que el local mire fijo al Obelisco no es casualidad, está claro que va por más y solo está esperando su momento. Tampoco es casual que ocupe el lugar del Trust Joyero, símbolo de la opulencia.

Lujo, decadencia, infierno. Son los hitos del camino señalado.

Recibe al público un payaso pedófilo pero esto, por sorprendente que sea, no escandaliza a nadie. Tampoco llama la atención ver como cajitas felices devoran niños infelices. Los colores y los olores ya se han hecho cargo de las mentes desprevenidas.

Dentro todo parece acelerarse. Como si la ciudad no tuviera velocidad suficiente, al entrar todo va en cámara rápida. Pero el culto a la velocidad es tal que todo se vuelve lento. Los empleados corren, corren todo el tiempo, pero siempre tardan. La gente no lo nota porque ya vendió su alma por una hamburguesa.

Que el diablo está detrás de todo esto es la única explicación para que la gente entre a este lugar siniestro y no note el malestar que provoca la comida, la falta de calidad de sus ingredientes, la falta de higiene en baños y salón.

Que otra razón puede haber para que la gente vuelva a un lugar donde los empleados son tratados de un modo denigrante y a su vez tratan al cliente de manera servil y llena de odio. Qué explicación puede haber para entrar por las noches a un ambiente sórdido, triste, decadente, con un burdo disfraz de alegría y felicidad.

Con solo poner una cámara fija en el local se haría una película. Trataría sobre lo inexplicable y lo decadente. Contaría por qué el mundo está como está y por qué la humanidad no tiene remedio.

El colmo de la maldad sutil es la música. Iluminada y eterna. Suena Montaner, pero nadie se suicida. Comerán, se irán un poco peor de lo que vinieron y volverán por más. Cuando estén realmente en el infierno, cuando hayan obtenido su visa, estarán felices esperando su BigMac.