Es dura la vida del superhéroe. Me quiero ir lejos. Aunque sea en monopatín. No aguanto más tantas expectativas en mis espaldas. Son todos caciques pero cuando aparece el diablo me llaman a mí. Cagones. Todos machos son, pero el que siempre saca las papas del fuego soy yo. ¿Y si un día no puedo? ¿Y si un día no tengo ganas? A mí me gusta la música, ver programas de concursos en la tele, echarme un sueñito a la tarde. Tranquilo, sin meterme abajo de la manta, pero sin horario para levantarme, carajo. Ni eso puedo. Estos pelotudos llaman a cualquier hora. Y a veces son pavadas. Están malcriados. El día que no esté ni los mocos se van saber limpiar. Y no hace falta tener superpoderes para limpiarse los mocos. Hay que agarrar un pañuelo nomás. Pero estos huevones ya están mal acostumbrados. A la primera de cambio, pum, me llaman. Les chupa un huevo si estoy tranca palanca en mi departamento o si estoy cagando. Ellos llaman. Así no hay novia que aguante y mi vieja me reclama nietos. ¡Pero cómo quiere que haga! Si apenas conozco una chica, con tantos quilombos se me va al toque. ¿Serán hereditarios los superpoderes? No llego a hacerle hijos ni en pedo. Y yo las entiendo, ellas quieren los superpoderes para ellas solas. Es comprensible. Preparo todo, música suave, adornitos en la puerta, todo el escenario del deseo bien acomodado, todo bien pulenta, bien superhéroe. Y cuando la estamos pasando bien, nos empezamos a conocer y va pidiendo pista el pelado, pum, todo se gira y tengo que salir cagando porque los policías están comiendo su pizza, el ejército está ocupado jugando a la guerra y los pobres bomberos no dan abasto porque no les dan guita ni para emparchar las mangueras. Entonces alguien dice: llamen al boludo. Y el boludo va. Una tregua al menos quiero, un tiempo para mí. Un día de estos me voy a ir a la mierda y que los villanos se atrapen solos.