la verba salvaje

de Otto Wald

yo soy mi otro yo

Y Dios creó al mundo

Dios no creó el mundo en siete días. Lo creó en cinco minutos. Mientras el big-bang ocurría, Dios se sentó frente a su notebook, abrió su editor de texto favorito y le entró a dar frenéticamente a las teclas.

El big-bang carecía de toda lógica y, fundamentalmente, le faltaba épica y le faltaba acción. Resultaba muy abstracto el big-bang.

Pero tenía poco tiempo el padre de todo, por eso decidió que la historia transcurriría en siete capítulos a los cuales llamó días. Podrían haber sido años, lustros, décadas, siglos. Cualquier unidad temporal, lo importante es que fueran siete. Podrían haber sido siete segundos, siete minutos, siete horas. ¿Por qué siete? Dios en su sabiduría infinita calculó que tenía cinco minutos para crear el universo. Era el tiempo que le daba el big-bang, y pensó que cada cuarenta y cinco segundos podía hacer un capítulo.

El gran creador en su sabiduría infinita calculó mal y le sobraron unos segundos. Por eso fue que el séptimo día descansó.

Entendés. Hasta Dios calculó mal. Cuando estás apurado, contrareloj calculás mal. Por eso se me hizo un poquito tarde… ¿Qué? ¿Tres horas tarde? ¿Segura? Pero... ¿qué es el tiempo?